viernes, 31 de octubre de 2014

¿Qué hacer con los mejores?

El otro día leí un interesante artículo de Francisco Javier Fernández Franco publicado en INED21 titulado "Reloj, no pares las horas". En él, el autor planteaba la cuestión del impacto de la edad del profesorado en los resultados académicos de las etapas de primaria y de secundaria, concluyendo (perdón por el spoiler) que a mayor edad del docente mejores son los resultados de la muchachada. Según Fernández Franco "una explicación probable de este resultado es que los profesores con mayor antigüedad tienen prioridad para elegir colegio. Por tanto, podrían ser capaces de seleccionar los mejores centros dejando los colegios de mayores problemáticas para los maestros más noveles e inexpertos".

Ante esta situación, el autor planteaba si "los mejores profesionales no deberían impartir clase en aquellos centros más necesitados, precisamente, de docentes con calidad y valor añadido" considerando que la actual situación representa "otra falla del sistema que no centra el interés superior del menor sobre cualquier otro tipo de aspiración legítima". La verdad es que así, a bote pronto, uno se hace la pregunta y la respuesta inmediata es "¡pues claro!", "¿cómo no?". Aquellos centros con mayores dificultades deberían contar con los equipos profesionales mejor formados y preparados. Obvio. No obstante, puede que el planteamiento no sea tan sencillo. Y no me refiero sólo a definir quiénes son los mejores profesionales, cuestión que de por sí sola se las trae. ¿Cómo detectar a los mejores profesionales?, ¿Cómo hacer coincidir los centros más necesitados con los profesionales mejor preparados? Puede que no tener en cuenta las "aspiraciones legítimas" de buenos profesionales que están demostrando su valía resulte ser contraproducente, además de injusto. Así pues, ¿qué hacer con los mejores?

Vaya por delante que, en mi opinión, un simple cambio de cromos difícilmente pondrá fin a  las dinámicas negativas de determinados centros educativos. Poner el acento en la importancia del profesorado (que la tiene, sin duda) sin tener en cuenta los numerosos elementos que condicionan la práctica y el día a día de un centro educativo considero que no se ajusta a la realidad. Creo que para mejorar la situación de determinados centros debemos poner el foco de atención en la administración, no en el profesorado. Es la administración educativa de turno la que debe poner a disposición de las escuelas los recursos humanos, materiales y formativos necesarios para el correcto desarrollo de la práctica docente. Es la administración la que debe tomar medidas para evitar la creación de centros de segunda e incluso de tercera categorías, asegurando la igualdad de oportunidades del alumnado (y del profesorado) de toda la red educativa. Y uno tiene la sensación de que no se está haciendo todo lo posible en este sentido, todo lo contrario. En cualquier caso, considero que una política de recursos humanos seria no puede pasar por obligar a los mejores profesionales a ejercer su profesión en determinados centros precisamente por el hecho de ser los más aptos para el desempeño de su profesión. Al final, aquellos perfiles más profesionales y capacitados pueden sentirse "castigados" ya que, precisamente por su mejor valía, pueden perder derechos laborales que otros profesionales menos cualificados podrían mantener y disfrutar.

Con ello no renuncio a la movilidad estratégica del profesorado, pero nunca desde la imposición sino desde el incentivo. En nuestros claustros conviven excelentes profesionales implicados en mil y un tinglados, que dirigen proyectos didácticos innovadores y creativos y que suman al proyecto colectivo con una energía y esfuerzo encomiables, con otro perfil de profesorado mucho más acomodaticio e individualista. ¿Qué incentivos, a parte de la satisfacción personal, están recibiendo esos docentes que "sudan la camiseta" de su centro?, ¿Cómo valora la administración estas diferentes competencias profesionales? Perdón por llevarlo al terreno de lo económico (está feo hablar de dinero, lo sé) pero ¿cómo puede ser que uno y otro perfiles docentes acaben disfrutando de la misma nómina a final de mes cuando los resultados y la eficacia de su trabajo es tan dispar?

Incentivar, pues, puede ser una buena manera de motivar a ese profesorado a escoger centros y grupos más complicados, a asumir riesgos y a huir de la comodidad para afrontar nuevos y motivadores retos. ¿Cómo? Mejoras en el sueldo, permisos, beneficios sociales... creo que existen muchas maneras de poder motivar al profesorado y, sobre todo, de reconocer el excelente trabajo que muchísimos docentes desarrollan en sus centros a diario. ¿Qué hacer con los mejores? Pues eso, ¡cuidarlos mucho!

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miércoles, 29 de octubre de 2014

La casta educativa

La casta está de moda. En estos tiempos de crisis y de cambios socioeconómicos, la casta está en boca de todo el mundo. Entendida como un grupo de personas o grandes grupos empresariales que, de acuerdo a sus propios intereses y de espaldas al bien colectivo, manejan los hilos políticos y económicos del país, el concepto ha hecho fortuna desde un punto de vista político.

Aunque, bien mirado, casta hay en todos los ámbitos profesionales. En el fútbol, en los medios de comunicación o el mundo de la empresa, en general, no es infrecuente ver como unas pocas personas o instituciones ejercen un control casi absoluto sobre su campo profesional valiéndose de su posición de fuerza, de un contexto propicio o de las desigualdades existentes con otros agentes de su entorno. Partiendo de este punto de vista, ¿quién forma la casta en la educación? O, mejor dicho, ¿qué materias forman la "casta curricular" de nuestro sistema educativo?

Una cosa está clara: no es casta la educación musical, una de las principales víctimas de la nueva ley educativa. Tampoco parece que sea casta la educación visual y plástica ni, en general, las disciplinas artísticas, eternas olvidadas de los planes de estudios de la gran mayoría de nuestros centros.  Las ciencias sociales, antaño clase media-alta, parece que están perdiendo su "poder adquisitivo" y viéndose relegadas a jugar un papel secundario en la formación de nuestro alumnado.

Por contra, las áreas de ciencias y de lenguas, especialmente el inglés en los últimos tiempos, ocupan horas y horas lectivas en todas las etapas educativas. Lo del inglés con el auge de los proyectos de centro bilingües está siendo de escándalo. Uno tiene la sensación de que muchos centros educativos quieren "subirse a la ola" del bilingüismo y, quizá en algunas ocasiones de prisa y corriendo, han otorgado una presencia predominante a este ámbito curricular que se le está negando a las disciplinas artísticas en sus diversas manifestaciones: teatro, literatura o música, por poner algunos ejemplos.

Por otro lado está la casta de los profesores que mandan deberes. Una casta alimentada por algunos padres y docentes, supuestamente, para mejorar las competencias de nuestros hijos y alumnos. Si no mandas deberes no perteneces a esa casta de profesores exigentes que demanda nuestra sociedad hipercompetitiva. Fuera de la casta, algo desprestigiados, tildados como frikis o progres, están los profesores que prefieren exprimir el tiempo en el aula y que entienden que no son necesarias tareas repetitivas o simplemente memorísticas. Profesores que prefieren avanzar por otras áreas o materias fuera de la “casta curricular”.

También tenemos la casta de los que alumnos que buscan sólo aprobar. Una casta que el sistema ha perpetuado y acrecentado con el paso del tiempo. Un sistema educativo que sigue “haciendo casta” al priorizar el aprobado y los títulos sobre el placer de aprender. Aquello de “aprobar no es aprender” parece no haber calado lo suficiente entre unos docentes que no han sabido transformar el aprendizaje-enseñanza bulímico. Revolucionar la educación exige minimizar esta casta de los buscadores de aprobados.

Por último, se está conformando la casta de los docentes frikis y enredados que pululan por blogs y otras redes sociales, mayoritariamente en Twitter. Una casta en evolución permanente y que parece haber llegado para compartir y visibilizar su trabajo en el aula. Una casta que apuesta por una enseñanza a través de diferentes metodologías. Una casta a la que se accede por contagio del entusiasmo de sus miembros. Y tú, ¿de qué casta formas parte?

PD: El presente artículo ha sido "perpetrado" a cuatro manos con @oscarboluda, autor de eFePeando. La idea surge de una conversación tuitera sobre la situación de sumisión de una parte del currículum educativo. Nos animamos y nada... ¡habemus post! Para leer más posts de Oscar Boluda haz clic aquí (#recomiendo, #recomiendo).
 
@monparaiso@oscarboluda

jueves, 23 de octubre de 2014

Movilizando las aulas: algunas ideas

Hace algunas semanas asistí a una conferencia organizada por la Fundació Bofill sobre la incorporación de dispositivos móviles en el aprendizaje. La jornada se centró en la presentación de la propuesta del Mobile Learning de la UNESCO (ver presentación aquí) y la descripción de la situación del aprendizaje móvil en Cataluña (aquí). 

Realmente se trata de un tema apasionante. El aprendizaje móvil se está instalando en múltiples ámbitos de los centros educativos. No sólo permite el acceso a mil y un recursos didácticos sino que también potencia la comunicación entre personas e instituciones, permite la generación y difusión de contenidos propios o, incluso, facilita la gestión de las organizaciones educativas. En cualquier caso, parece evidente que el mlearning ha llegado para quedarse, por lo que resulta interesante analizar sus posibilidades y, sobretodo, los obstáculos y resistencias a los que deberá hacer frente para conseguir su plena consolidación y, en definitiva, la mejora de resultados a la que supuestamente debería ir asociado.

Los contenidos presentados por los participantes fueron, en líneas generales, muy interesantes pero, sobretodo, llamaron mi atención las reflexiones e inquietudes de los asistentes (presencial o virtualmente) al evento plasmadas mediante el hashtag #mlearningcat. Seguidamente reproduzco una pequeña serie de cuestiones referenciadas, aunque podéis ver un amplio resumen de la jornada clicando aquí.

Una primera cuestión de interés sería si el mlearning puede ser una herramienta interesante para favorecer el aprendizaje personalizado. Podría serlo, cierto. De hecho, la capacidad para favorecer la interacción y adaptarse a las múltiples realidades del alumnado mediante el uso de las tecnologías de la información y la comunicación parece ser una de las potencialidades más importantes del aprendizaje móvil. No es casualidad que este sea uno de los puntos fuertes destacados por la propuesta de la UNESCO. No obstante, es evidente que para ello será necesario hacer una adecuada inversión en formación y capacitación del profesorado para que éste pueda tutelar los procesos de aprendizaje individualizados y, como apuntaba algún asistente, generar conocimiento y, sobre todo, aprendizaje. 

Por otro lado, algunos participantes planteaban la duda de si el uso de dispositivos móviles en el aula permitirá la generación de nuevas dinámicas y metodologías de aprendizaje o si, por lo contrario, acabaremos haciendo lo mismo pero todo ello revestido con el traje molón que proporcionan las nuevas tecnologías. Así pues, muchos  destacamos la necesidad de no deslumbrarse con los soportes y poner especial atención en los contenidos y, sobretodo, en los procesos de trabajo para generar aprendizajes eficaces y significativos.

Otra cuestión interesante relacionada con esta nueva forma de aprendizaje es el tema de la identidad digital y la reputación on line. Ciertamente, no se trata de una cuestión menor. La competencia digital del alumnado debe hacer frente a este y otros aspectos en un contexto en el que, por desgracia, una parte importante del profesorado presenta notables déficits formativos. Cómo introducir al profesorado en esta nueva dinámica sin dejar de ser referentes debe ser otro de los retos del mlearning.

Por último, otro aspecto importantísimo es la cuestión del acceso a los dispositivos móviles por parte de los centros educativos y del alumnado. Algunos participantes apuntaban que su generalización puede ser una cuestión difícil para determinados centros con escasos recursos económicos.

En definitiva, un tema apasionante el que se nos viene encima con esto del aprendizaje móvil. No obstante, sin pretender ser  aguafiestas, me gustaría acabar con una reflexión de Jordi Martí (@xarxatic) al respecto del fenómeno mlearning. Y es que discutir sobre la aplicación de dispositivos móviles en el aula cuando la gran mayoría de normativas de centro prohiben su uso puede sonar un pelín ridículo. Pues eso, paso a paso...


    domingo, 19 de octubre de 2014

    El peso del currículum

    El currículum pesa. El académico, no el laboral. El segundo también pesa lo suyo, claro, más aún en los tiempos que corren, pero me refiero al primero, al educativo. Son muchas las veces que he oído a compañeros y amigos docentes quejarse por no poder cumplir con las exigencias curriculares. Incluso recuerdo que, como estudiante, muchos profesores nos despachaban algunos temas con cuatro fotocopias para leer en casa sólo con el objetivo de cubrir todo el temario definido por el currículum.

    Y es que la confusión es habitual. El currículum no es sólo el temario y, normalmente, el temario de una asignatura, se ponga uno como se ponga, no va a poder ser todo el que marca el currículum. Al menos hasta que no podamos insertar los contenidos en vena a nuestros alumnos.  Y tampoco es que haya necesidad, oiga. No obstante, con un punto de vista alternativo, quizás el currículum pueda ofrecernos otras vías de aproximación interesantes para ayudarnos a dinamizar el trabajo en el aula y a implicar al alumnado en el proceso general de enseñanza-aprendizaje.

    Hace algunos meses tuve la suerte de compartir una interesante jornada con varios formadores del campo de la educación permanente. Entre ellos,  recuerdo especialmente a dos miembros del equipo directivo de un centro de adultos de la Comunidad Valenciana. Excelentes profesionales con una vastísima experiencia en el campo de la formación y la educación. Hablando sobre el documento de marras, ambos exponían su sorpresa ante la obsesión casi compulsiva de parte del profesorado de su centro por cubrir cada punto del currículum. Ellos, por contra, abogaban por una aproximación mucho más flexible, adaptándolo a las necesidades y requerimientos del grupo en cuestión. La cosa sonaba bien.

    Últimamente he leído varios artículos al respecto que han confirmado esa visión del currículum como una herramienta flexible y útil para potenciar el aprendizaje en el aula. Así pues, el otro día descubría en Didàctium, el blog de Azahara Casas, una aproximación activa al currículo por parte del alumnado que llamó mucho mi atención. La idea es tan sencilla como repasar concienzudamente con el grupo el currículum de la materia en cuestión. Una vez analizado y debatido, es el propio alumnado quien elabora conjuntamente unas "preguntas-objetivo" que son las que determinarán el temario a tratar. Se acaba con la tiranía del libro de texto y, además, se crea una propuesta mucho más activa y sugerente basada en la investigación donde trabajar competencias y contenidos de una manera alternativa. Genial propuesta.

    Es una opción. Seguro que hay muchas otras. La sensación es que, quizá en demasiadas ocasiones, por inercia, improvisación, urgencia u otros motivos más o menos justificados, hemos dejado de lado el currículum depositando nuestra confianza en el libro de texto o en el material de turno como guía absoluta de nuestra práctica en el aula. De hecho, ¿cuánto hace que no le echamos un vistazo al documento que define nuestro trabajo? Con un poco de imaginación (y de cariño), una aproximación al currículum distinta puede y debe ofrecer, de hecho, resultados distintos y seguramente más atractivos para el alumnado. No obstante, tampoco se trata de hacer excesiva alabanza de un documento, el currículum, que seguro merece una revisión a fondo con vistas a su simplificación y aproximación a la práctica docente. Es cierto, el currículum pesa, pero quizá tampoco sea para tanto.

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    martes, 14 de octubre de 2014

    Selfies educativos

    Que levante la mano quien nunca se haya hecho un selfie. No hay más preguntas. Incluso los que normalmente huímos de las fotos como de la peste, en un momento o en otro hemos sentido la tentación de hacernos esa foto cutre y exhibicionista en el baño sacando morritos y con el rollo de papel higiénico apareciendo por allí al fondo. Otra cosa es que luego le demos visibilidad y la colguemos en nuestro muro del Facebook. Por ahí algunos no pasamos, claro. Bromas aparte, me refiero a que vivimos una época de exhibicionismo permanente donde gran parte de la sociedad muestra unas enormes ganas de presentarse (de mil y una maneras distintas) ante la opinión pública. No lo critico, que conste, simplemente lo constato.

    Hace unos meses leí un genial artículo de Oscar Boluda (@oscarboluda) titulado Profesor: ¡hazte visible! por favor donde el autor hacía un alegato en favor de dar visibilidad al trabajo desarrollado por el cuerpo docente. Totalmente de acuerdo. Si bien es cierto que cada vez tenemos más foros y espacios para compartir nuestro trabajo con otros colegas, no lo es menos que legiones de profesores creativos y que desarrollan un trabajo muy interesante viven todavía "dentro del armario". A veces por timidez, otras por autoexigencia o simplemente por desconocer los canales para compartir y comunicar su trabajo, gran parte del profesorado no comparte sus propuestas y proyectos no ya en el mundo 2.0 sino, en ocasiones, tampoco con sus propios compañeros de centro.

    En la era del selfie no puede ser que muchos docentes vivan su profesión "encerrados", sin compartir ni comunicar su trabajo. Sería ideal que como docentes nos "marcáramos" nuestros propios selfies educativos para divulgar y presentar nuestro trabajo e inquietudes profesionales tanto en el mundo 1.0 como en el 2.0. ¿Cómo? Aquí van algunas posibles vías para crear y/o potenciar nuestro particular "selfie educativo":
    • "Claustrear": compartir con nuestro entorno 1.0 el resultado de nuestros proyectos, las claves de la última formación que hemos hecho o nuestras sensaciones en el aula debe ser, en mi opinión, práctica común en el claustro. A veces tenemos a nuestro lado a gente que está desarrollando trabajos maravillosos y no les prestamos ningún tipo de atención. Aprovechemos esa experiencia y conocimientos para crecer como profesionales y dejemos que otros se enriquezcan también de nuestro trabajo.
    • Bloguear: crear un blog donde publicar nuestras experiencias, intereses, inquietudes o propuestas. Puede estar dedicado a temas de reflexión, como diario de clase, como blog de aula... Las opciones son infinitas. Al final se trata de tener espacios de comunicación y de ofrecer visibilidad a nuestro trabajo, a nuestra profesión y, sobretodo, al esfuerzo y trabajo de nuestro alumnado.
    • Tuitear: Twitter es una fuente de información y comunicación fácil, sencilla, práctica y apasionante. Una ventana abierta a mil y un proyectos de todo tipo. La pregunta es: ¿se puede enseñar sin Twitter?
    • Curar: lo de la "curación de contenidos" suena raro, cierto, pero es una estrategia fundamental para filtrar contenidos y acumular información de interés. Existen muchas páginas y dispositivos que nos permiten difundir y almacenar información. La gran mayoría son fáciles de usar y pueden cumplir con esta función.
    En fin, son muchas las opciones para visibilizar el trabajo desarrollado. Sólo hace falta echarle un poco de morro, ganas y romper esa dinámica matadora del "yo me lo guiso, yo me lo como". Así que nada, barriga dentro, morritos fuera y ¡dispara!

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    martes, 7 de octubre de 2014

    Planificación estratégica en educación: retos y oportunidades

    Quizá nunca se ha hablado tanto de educación como hoy en día. La publicación de estudios, análisis, y trabajos de investigación sobre temas educativos es ingente e inabarcable. Cada vez existen más medios de comunicación y plataformas dirigidas a la difusión de contenidos educativos, espacios creados por comunidades de aprendizaje y de trabajo colaborativo, grupos de edición de materiales, secciones en periódicos y programas de televisión y radio, seminarios, cursos y formaciones múltiples... En fin, la lista podría ser inacabable. ¿Qué significa esto? Pues, básicamente, que la educación y el debate educativo están en el candelero, que tienen un público interesado por lo que ocurre en esos espacios cerrados por muros y vallas llamados escuelas.

    Ese interés de la opinión pública se traduce en exigencia, claro. De hecho, puede que nunca se haya sido tan exigente con la escuela como en la actualidad. Uno tiene la sensación que sobre la escuela recaen toda una serie de responsabilidades excesivas, pero eso ya es otro tema. La cuestión es que, por un motivo o por otro, la escuela está obligada, cada vez más, a rendir cuentas ante la comunidad, mostrarse transparente, ofrecer buenos resultados académicos y, en definitiva, atender múltiples nuevas necesidades y requerimientos.

    Es en este contexto de exigencia constante y creciente en el ámbito educativo donde la planificación estratégica se muestra como un recurso interesante dirigido a dotar de sentido y coherencia a la actividad y, sobretodo, a la evolución de los centros escolares. La planificación estratégica requiere, no obstante, de notables esfuerzos por parte de la comunidad educativa. Con mayores niveles de autonomía en la gestión, corresponsabilidad y compromiso de los centros y de la comunidad educativa, los resultados finales de programas enmarcados en planes estratégicos  pueden ofrecer importantes avances y mejoras.

    El plan estratégico no es otra cosa que un plan que sistematiza los objetivos a medio plazo de un centro educativo. Se trata de un documento que muestra las estrategias y caminos previstos para su cumplimiento y describe detalladamente los sistemas de evaluación correspondientes. Así pues, el plan estratégico representa una herramienta de gestión muy eficaz y útil para trabajar con perspectiva de futuro. En este sentido, es importante no dejarse llevar por la vorágine del día a día y reservar espacios y recursos para la reflexión sobre la evolución del centro. Para ello es vital, también, la recogida y procesamiento constante de información sobre la situación actual. Saber en qué punto estamos nos permite contextualizar el punto de partida a partir del cual fijar los objetivos y estrategias a medio plazo.

    En la elaboración del plan estratégico resulta fundamental una reflexión previa y un grado de acuerdo y consenso considerable entre los miembros de la comunidad educativa sobre los planteamientos institucionales del centro. Acordar qué valores rigen la escuela, cuál es su principal razón de ser y hacia dónde quiere caminar es un paso importantísimo hacia la creación de un plan eficaz, prágmatico y ejecutable. Una vez definido quiénes somos y hacia dónde vamos debemos establecer qué queremos hacer y cómo hacerlo. Es el momento de dibujar nuestro mapa estratégico, donde se establecen los objetivos principales de nuestro plan y las estrategias y recursos que destinaremos para conseguirlos. El plan estratégico se desarrolla a medio plazo (4-5 años) por lo que deberá desgranarse en programas anuales que permitan su aplicación progresiva.

    Parece obvia, también, la necesidad de establecer indicadores y mecanismos de evaluación del plan durante su implementación para, en caso que fuera necesario, proceder a su rectificación y revisión. Para mejorar y reconducir el plan necesitamos saber dónde estamos en cada momento y los resultados que están ofreciendo nuestras actuaciones. Será clave, pues, fijar indicadores en momentos clave de la aplicación del plan para poder afrontar la toma de decisiones con garantías de éxito.

    Por último, hay que destacar la importancia de la participación y la complicidad de la comunidad educativa, especialmente del profesorado y de los profesionales que protagonizan su aplicación. Puede parecer una obviedad pero si los encargados de su ejecución no conocen ni comparten los principios y estrategias presentes en el plan su aplicación, no cabe duda, está abocada al fracaso. Así pues, hay que analizar el clima de centro con especial atención y buscar los mecanismos necesarios para crear un grupo de trabajo fuerte y comprometido con el diseño y la aplicación del plan.

    Son muchas las escuelas que trabajan a partir de la planificación estratégica. No obstante, muchas otras se mueven en los terrenos resbaladizos de la inestabilidad, la improvisación y el sálvese quién pueda. Cabe señalar que el propio sistema no ofrece, en muchas ocasiones, las condiciones adecuadas para su generalización. Una formación insuficiente de los cuadros directivos y profesionales, la proliferación de plantillas menguantes e inestables y una excesiva burocratización administrativa son tres de los grandes enemigos de la planificación estratégica. La creación de un grupo promotor estable y cohesionado puede abrir brecha y permitir coger los primásticos para echar un vistazo al futuro. Porque, aunque a veces parezca lo contrario, hay vida más allá del marrón de turno.

    PD: Para más información sobre planificación estratégica podéis consultar la "Guia per elaborar i aplicar un pla estratègic" elaborada por el Departament d'Educació de la generalitat de Catalunya.

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    jueves, 2 de octubre de 2014

    El aula interminable

    Las aulas de mi centro son lugares bastantes mejorables, la verdad sea dicha. No es que sean espacios demasiado incómodos o lúgubres, todo lo contrario: tenemos luz natural, están bien ventiladas y, aunque de dimensiones no vamos sobrados, cumplen con los estándares y la normativa de espacios y usos establecida por la administración de turno. Mesas y sillas en la proporción exacta ajustada al alumnado (y al profesorado), un par de armarios cerrados a cal y canto, una pizarra vileda y la correspondiente conexión wifi, más o menos estable, constituyen el vestido fundamental de nuestras aulas. De hecho, incluso este verano la brigada municipal les ha dado una ligera mano de pintura, así que podríamos decir que, desde un punto de vista tradicional, las tenemos impolutas.

    Entonces, ¿cómo podríamos mejorarlas? Leía el otro día el interesante artículo de José Blas García ¿Podría existir una escuela sin muros? y recordaba la experiencia que desarrollamos en mi centro el año pasado. Fue un pequeño experimento, claramente mejorable en muchos aspectos, pero que creo que supuso un gran cambio en la concepción del espacio escolar no sólo por parte del alumnado sino del propio profesorado. Convertimos el aula de un módulo opcional de la ESO para adultos en un espacio de visita de varios profesionales de nuestro entorno, en un sencillo laboratorio de trabajo con tecnologías de la información y la comunicación y, quizá lo más importante, como punto de encuentro para visitar varios equipamientos culturales de la comarca. Así pues, un espacio limitado y limitador como el descrito más arriba fue transformado en un centro generador de ilusión o (vale, quizá me he pasado), como mínimo, algo más motivador en relación al aprendizaje. 

    Parece evidente que debemos trabajar en repensar y modificar el espacio físico de nuestras aulas. Seguramente debemos crear espacios más versátiles y multifuncionales que los ofrecidos por las aulas tradicionales, usar mobiliario más ligero y polifuncional y adaptar y acondicionar los espacios para el uso y aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Todo esto son mejoras que, sin duda, deben acometerse y que, según me consta, en muchos centros de nueva creación ya se están teniendo en cuenta. No obstante, en mi opinión, el verdadero cambio está en la propia concepción del aula como espacio abierto al entorno. Para entendernos, mi aula no se acaba en las paredes que la encierran, ni en los muros del centro. De hecho, con un poco de imaginación, de ganas y de apoyo del centro creo que puede convertirse en un espacio interminable.

    No creo que haya un centro educativo en el mundo que no tenga un entorno del cual enriquecerse. Incluso en las condiciones más desfavorables el entorno, la comunidad, puede ofrecer interesantes opciones para complementar y enriquecer el trabajo en el aula (o fuera de ella). A mí, personalmente, me cuesta bien poco salir del aula con mis alumnos. A veces para visitar tal o cual equipamiento cultural. Otras, simplemente, para hacer un trabajo o una dinámica en el parque vecino. Al final se trata de socializar nuestro trabajo y de abrir espacios para comunicar escuela y entorno. ¿O vamos a quedarnos encerrados en 40 metros cuadrados durante 9 meses? Asomarse al balcón y echar un vistazo seguro que acaba resultando una buena idea.

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